Una de las empresas pictóricas más importantes de Córdoba a partir de 1600 fue la realización de los veinticuatro lienzos para el nuevo claustro del Convento franciscano de San Pedro el Real, que fueron costeados por particulares, narrando episodios relativos a la vida del Santo. En éste, se representa el momento en que, a la hora de derramar el agua sobre la cabeza del recién nacido, un ángel lo acerca a la pila, desapareciendo luego tras dejar grabada en el suelo la huella de sus rodillas.
Según Palomino, fue costeado por el jurado Gaspar de Herrera, gran amigo de Castillo, que se supone retratado en el mismo, realizándolo en competencia con el pintor Juan de Alfaro, lo que le llevó a firmarlo como Non Fecit Alfar.