A lo largo de su carrera, Kiefer ha representado a diversas mujeres reales y mitológicas, desde Isabel de Austria a Brunilda y Lilit. Berenice (1989) hace referencia a la leyenda del siglo III a.C. de la Princesa Berenice de Cirene (en la actualidad Libia). Para propiciar el regreso sano y salvo de su esposo, Berenice sacrificó su largo cabello y se lo ofreció a Venus. El cabello desapareció posteriormente del templo donde se había dejado y se decía que se había transformado en una nueva constelación en el cielo nocturno. En esta escultura, Kiefer alude al mito mediante los restos parciales de un avión de plomo, con un ala y un fuselaje del que se desprende un inquietante mechón de pelo humano, sugiriendo el combustible consumido o los tóxicos humos negros. Los aviones de plomo son un motivo recurrente en la iconografía de Kiefer. El plomo ha sido un material clave en la obra del artista desde mediados de la década de 1980 y está repleto de asociaciones históricas (dada su importancia en la alquimia) y personales. La combinación disyuntiva del avión y el hilo de cabello a modo de humo transmite inquietud y múltiples emociones.