A partir de 1880, Santiago Rusiñol (Barcelona, 1861 – Aranjuez, 1931) y Miquel Utrillo (Barcelona, 1862 – Sitges, 1934) estrecharon sus lazos de amistad y, junto con Ramon Casas, Enric Clarasó y Ramon Canudas, se convirtieron en un quinteto casi inseparable. En la primavera de 1889, Utrillo marchó a París para encargarse de la corresponsalía artística de La Vanguardia. Poco tiempo después, cuando Rusiñol se trasladó a la capital francesa, los dos amigos se instalaron en una casa de la rue de l’Orient en compañía de Canudas y Clarasó. Fue Utrillo quien presentó a Rusiñol muchos de los artistas parisinos del momento y quien lo introdujo en los ambientes bohemios de Montmartre, que él conocía tan bien desde su época de estudiante.
En esta obra, conocida también con los títulos de El invierno del artista y Una tarde fría -como fue expuesta por primera vez en la Sala Parés-, Rusiñol nos presenta a Utrillo sentado y de perfil, mientras se calienta las manos ante una estufa de leña, probablemente la única que había, en una de las salas de la inhóspita casa que compartían en París.
Entre los grises y los ocres que predominan en el cuadro, sobresalen las pinceladas con tonalidades naranjas del fuego de la estufa, hacia las cuales se va inevitablemente la mirada del espectador.