Siguiendo la tradición catalana, esta caja de novia fue dorada y, sobre todo, policromada. La tarea se encargó al taller que dirigía Perot Gascó y el resultado fue uno de los ejemplares más remarcables de la historia del mueble catalán de este periodo. Aunque se desconoce su procedencia y comitentes, se sabe que los esposos que encargaron la caja se llamaban Ana y Onofre, puesto que en la cara interior de la tapadera hay dos plafones pintados con estos santos. Además, el matrimonio también fue retratado, de busto, en la cara interior de la portezuela del frontis. Hay que destacar al novio, vestido a la morisca, con turbante y bigote frondoso. La decoración se completa con escudos heráldicos de los linajes del futuro matrimonio, pintados en los plafones exteriores del frontis y laterales de este mueble, que servía para guardar ropa y otros enseres domésticos.