“Ni comprada ni obligada”, Shirley Chisholm fue una voz estridente a favor de los sectores poco representados y en contra de la política obsequiosa y corrupta. Comenzó su vida profesional como maestra en la ciudad de New York, pero pronto se inclinó por el servicio público y sirvió en la Asamblea General del estado desde 1964 hasta 1968. Ese mismo año se convirtió en la primera mujer de raza negra elegida al Congreso de Estados Unidos. Sin duda, su dominio del idioma español y su llamado a las organizaciones femeninas la ayudaron a ganar el escaño cameral por el duodécimo distrito de New York. Desde allí fue una vigorosa defensora de los derechos civiles y protestó contra la guerra de Vietnam. También apoyó con vehemencia diversas causas de la mujer y cofundó la National Organization for Women.
Este cartel se utilizó en su campaña de 1972 por la nominación presidencial del Partido Demócrata. Aunque no triunfó, Chisholm logró inspirar a muchos con su mensaje de unificación, creando diálogos nacionales que consideraran un lugar para los afroamericanos y las mujeres en la rama ejecutiva y en la presidencia de la nación.