En esta obra, perteneciente a su serie “Toros”, Pablo Serrano busca la simplificación de las formas acercándose a la abstracción en su intento por atrapar la esencia del animal. Los bocetos para esta serie los realizó en Montevideo, aunque en su mayoría fueron fundidos tras su llegada a España en 1955 como este toro. En este caso evoca a un toro tumbado, reducido una forma prismática con las aristas bien definidas para crear un juego de luces y sombras que definan la posición del animal. Supone un giro radical en la trayectoria de Pablo Serrano desde la figuración más tradicional hasta la esquematización y geometrización de las formas, recordando al ejercicio de simplificación formal de la figura de un toro realizado por Pablo Picasso en una serie de once litografías datadas de 1945.