Busto de Louis XIV por Bernini

Modelo en 3D del busto de Luis XIV esculpido por Gian-Lorenzo Bernini, dice Bernini.
Gian Lorenzo Bernini, conocido como Le Bernin (1598-1680), llegó a Francia por invitación de Luis XIV en 1665. Paul Fréart de Chantelou, que se encargó de acompañarle y servirle como traductor, anotó en su diario todos los detalles de los pasos del gran artista romano. Bernini llegó a París el 2 de junio de 1665, encontrándose con el rey en Saint-Germain-en-Laye dos días más tarde. El encargo del busto, formulado por el propio rey el 20 de junio, fue aceptado, no sin vacilación, por el viejo artista. El método de trabajo adoptado por Bernini reflejaba su concepción de la imagen real, donde la semejanza física está al servicio del concetto que determina el sentido de la obra, expresión soberana de grandeza, altivez, heroísmo y majestuosidad. Comparándolo con el trabajo de Varin, centrado en la similitud, Chantelou dijo que "lo importante era combinar nobleza y grandeza". Así, cuando trabajaba con el mármol, Bernin no se basaba en sus bocetos: "No quiero copiarme a mí mismo, sino crear un original". La recomposición de la figura real fue el resultado de su imaginación: "él miraba principalmente en su interior, señalándose la frente, donde decía que estaba la idea de Su Majestad". Sin embargo, no faltan rasgos realistas, como la verruga junto a la nariz o los pelos de la barbilla, que se mantuvieron a pesar de la opinión del rey. Pero, paradójicamente, según el propio Le Bernin, el retrato es en gran medida una idealización. De este modo, los ojos son más grandes y profundos que los del rey: firme y decidida, la mirada debía dominar el rostro. Es también el retrato alegórico de un héroe: su traje moderno lo sitúa en su época, pero muchos han visto en él una similitud con el de Alejandro, debido a la abundancia de pelo y a la proyección de los arcos de las cejas. Por otro lado, a la vez que aporta una solución ingeniosa al problema del corte de los brazos, la tela flotante sugiere la presencia de una corriente de aire que el rey supo afrontar con valentía. Esta obra maestra fue colocada en septiembre de 1685 en el salón de Diana, sobre un pedestal decorado con trofeos de bronce dorado, rematado por un arco sobre el que dos putti de bronce dorado sostienen una corona real. Subrayando la majestuosidad y la autoridad del modelo, estos adornos fueron realizados por Balthasar Keller a partir de los modelos de Pierre Mazeline y Noël Jouvenet. El dorado de los bronces fue realizado por Devaux.