Los polvos de tabaco para inhalar se llaman rapé, y se guardaban en pequeñas cajitas decoradas con motivos vegetales, lacerías o las iniciales de la persona a quien pertenecían. En sus interiores fue común que se pintaran motivos mitológicos y escenas eróticas con la técnica de esmalte. Las cajas de rapé más elegantes se hacían en oro, dentro de los mismos talleres de plateros.