Una de las regiones de Mesoamérica en las que la producción cerámica tuvo mayor variedad y riqueza fue la que corresponde con lo que actualmente sería el centro de Veracruz. Hay manifestaciones muy tempranas y a menudo se han encontrado en una misma tumba u otro tipo de depósito arqueológico decenas de figuritas juntas. Se ha dado el nombre de estilo “Remojadas” al conjunto de las piezas de cerámica procedentes del Veracruz central, entre Nopiloa, en el sur, y Tajín, al norte. El término es un tanto impreciso, así como es poco claro el contexto ceremonial y urbano con el que podrían asociarse, en su mayor parte extraídas por accidente, en procesos de cimentación de construcciones modernas, o debido a la actividad de buscadores independientes de objetos arqueológicos.
A reserva de establecer distinciones más precisas, las piezas tienen en común el uso de arcillas que, después de cocidas, adoptan color café claro o naranja. Algunas son verdaderas esculturas de cerámica, ensambladas y de gran altura; la mayor parte son huecas. En general, llevan una vestimenta sencilla, generalmente un faldellín y aunque portan collares y otros objetos, una parte de la decoración está inscrita directamente en el cuerpo: a menudo son franjas con grecas, colocadas en el pecho o en la cabeza.
Suele considerarse dentro del estilo Remojadas a un grupo de figuras que habitualmente se nombran “caritas sonrientes”. Se trata de figuras humanas, generalmente masculinas, de cuerpo completo, habitualmente descalzas y con poca ropa (sólo el máxtlatl o calzón de bandas colgantes o algún faldellín). Las “caritas sonrientes”, como ésta, presentan un tronco ligeramente aplanado, aunque con volumen, y cabezas mayores a las que corresponden con la proporción anatómica que exhiben una deformación notable, que parece coincidir con prácticas de deformación craneana propias de la época, pero acentuadas como un rasgo del estilo.
Suelen llevar lo que parece ser un morrión o una banda que les envuelve la parte superior de la cabeza. Una buena parte de estas figuras tienen los pómulos ligeramente levantados por la extensión de los labios que esbozan una sonrisa, con lo cual, además, muestran los dientes, por eso se les ha dado el nombre de “caritas sonrientes”. Un análisis de la posición de sus brazos y manos nos permite reforzar esa interpretación: en los códices del Posclásico varias figuras que expresan las nociones de placer o alegría siguen la convención de separar los brazos del cuerpo y levantar las manos extendidas hacia arriba, mostrando las palmas. Un ejemplo de estas representaciones pictográficas de la alegría nos lo proporciona el glifo toponímico de Ahuilizapan (hoy Orizaba) en el Códice Mendocino, en el cual un hombre chapotea en el agua con los brazos y manos extendidos a la manera de las caritas sonrientes. El significado de Ahuilizapan es “lugar de la alegría”.
Lo que no podemos dilucidar todavía es la circunstancia o función de esa alegría expresada por las figuras: puede ser una alusión a la danza, puede tratarse de un gesto ceremonial relacionado con la prosperidad y la abundancia del agua, no lo sabemos. En el pecho, nuestra figura porta una banda con una decoración de ganchos entrelazados normalmente asociada con la cultura de El Tajín; en el máxtlatl advertimos la figura esquemática de una cabeza de lagarto, mirando hacia arriba. La cabeza de lagarto se utilizaba para el primer signo del calendario de 260 días.