En el siglo XIV las tablas de madera para la construcción de muebles no se obtenían serrando, sino desbastando la madera con la azuela. El resultado eran unas tablas gruesas unidas con sistemas constructivos básicos que daban como consecuencia unas uniones poco resistentes que requerían refuerzos exteriores de hierro forjado para ayudar a trabar el conjunto. Los elementos de forja tenían por tanto una doble función, constructiva y decorativa. En el siglo XV la generalización del uso de la sierra hidráulica facilitó la mejora de los encajes. A pesar de haber perdido la función constructiva, las aplicaciones de hierro forjado conservaron su función decorativa.
Esta arqueta gótica de manufactura catalana, datada en el siglo XV es un ejemplo de este tipo de mueble contenedor confeccionado con tablas de madera, forradas de piel policromada con pigmento de minio, que se continúan decorando con aplicaciones de forja. En este caso con llandas rectas y lisas de sección triangular con expansiones circulares y refuerzos de hierro forjado.
Las arquetas cerradas con llave, cubiertas de láminas de hierro forjado, conocidas en los inventarios como cofrecillos de hierro, se utilizaban para guardar objetos de valor, generalmente joyas y documentos.