Tres niños juegan ante la reja de lo que parece un jardín. El mayor, vestido con levitón de terciopelo granate y pantalón ocre, sostiene a la niña más pequeña, subida a lomos de un carnero; la tercera, que cierra el grupo, se sitúa al otro lado del animal, toma un ramo de rosas en la mano y va vestida igual que la anterior, con traje grisáceo adornado con galones escoceses y pantalones a la turca, cubriéndose la cabeza con gorros de encaje blanco.
El Museo conserva varios retratos infantiles pintados por Esquivel, en los que se puede comprobar que fue el mejor retratista infantil de la era isabelina. El cuidado en la descripción de los trajes, los juguetes de los infantes y, sobre todo, su especial habilidad para captar la expresión infantil, que por su naturalidad resulta habitualmente complicado trasladar al lienzo, son característicos de este tipo de obras en las que, por otro lado, suele volcar cierta influencia de la pintura inglesa que tuvo ocasión de ver en su Sevilla natal.
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