Hace unos 400.000 años un grupo de homininos despedazó, troceó y consumió rápidamente parte de los restos de un elefante (Palaeoloxodon antiquus) adulto, una hembra de unos 35 años, en la ribera del río Jarama en Madrid. Las herramientas líticas y despojos del animal quedaron sepultados bajo limos y arcillas decantados por aguas tranquilas en las sucesivas crecidas del río, preservando todo el conjunto en la posición en que fue abandonado por el grupo humano que intervino sobre el elefante. El canto de cuarcita debió recogerse en las inmediaciones del lugar y fue transformado en herramienta en el mismo sitio, junto a los restos del elefante, mediante una talla somera con el empleo de un percutor duro. Las lascas que remontan con el canto se encontraron muy agrupadas, a excepción de una que fue utilizada a su vez como un cuchillo, lo que apunta a que no son el resultado de un reavivado del filo del canto, sino de su proceso de talla, y que por tanto éste fue fabricado para un uso inmediato y concreto tras el cual fue abandonado.