Ya agotado por el largo suplicio, Jesús, derrumbado al pie de la columna, es reconfortado por los ángeles los que recogen su sangre y subraya el sentido eucarístico de la composición. Es usual que el suceso de la flagelación tenga lugar sin testigos. En esta pintura la Virgen, la Madre Dolorosa, observa la escena desde lejos. Por otra parte, el relato del arrepentimiento de san Pedro después de la negación es recurrente en estas representaciones. Aquí, el apóstol se lo ubica en un espacio exterior y suplica al Señor que le perdone.
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