Vista de la monumental fachada de la iglesia de San Pablo de Valladolid. A la derecha, prolongación de la nave y una calle. Grupos de personas ante la fachada.
Esta obra aparece fechada el 20 de agosto de 1846. Ese año, Pérez Villaamil estuvo en Pamplona y en Barcelona, y viajó también por Asturias, Valladolid y León, siendo probablemente entonces cuando dibujó a la acuarela la iglesia de San Pablo de Valladolid, único edificio conservado del antiguo convento dominico fundado en 1276 por doña Violante, esposa de Alfonso X, y entre cuyos muros han acontecido sucesos históricos como los bautizos de Felipe II y Felipe IV.
Pérez Villaamil realizó numerosos dibujos a lo largo de su carrera artística. En la mayoría de los casos se trata de trabajos preparatorios de los que se servía para realizar después, en el taller, cuadros o litografías más elaborados, como las de su libro de viajes de carácter pintoresco "España artística y monumental, vistas y descripción de los sitios y monumentos más notables de España", que ya en 1842 estaba en proceso de edición en París. Ello explicaría que no haya en él ninguna litografía de este monumento, que sin embargo sí está citado en los textos de Patricio de la Escosura cuando se refiere a la ciudad de Valladolid.
En todo caso, es indudable el interés de Pérez Villaamil en dejar constancia gráfica de nuestro patrimonio arquitectónico en su "España Artística y Monumental", pero también a través de otros muchos dibujos como el que nos ocupa, y en los que reproduce fielmente iglesias, catedrales, claustros, sepulcros, capillas o castillos.
Esta obra pone de relieve la destreza del pintor ferrolano en la técnica del dibujo, combinando en este caso el lápiz y los tonos siena y sepia para las luces y sombras de la arquitectura. Destacan igualmente el cielo vaporoso, logrado con un añil transparente, y las figuras situadas en torno a la iglesia, apenas abocetadas en azules y rojos, con gran sentido escenográfico, recurso muy propio de su obra y, en general, de la pintura romántica, con el que se pretende humanizar el dibujo y dotarle del carácter popular y pintoresco que buscaban los paisajistas románticos españoles, con Pérez Villaamil a la cabeza. Pero lo que llama especialmente la atención es tal vez el detallismo con el que, sirviéndose del lápiz e incluso de la regla, ha tratado la excepcional fachada de la iglesia. De hecho, la fidelidad a la realidad es una de las características que los estudiosos atribuyen a los dibujos de este pintor, que se desmarcó en cierto modo de la tendencia romántica a sustituir los aledaños del monumento representado por arquitecturas fantásticas, a la que de hecho sí recurrió con frecuencia en sus pinturas.