Su olor atrae a metros de distancia -suelen venderse en puestos callejeros o en despachos a pie de calle- despertando el apetito de los adeptos, prácticamente a cualquier hora. Y, a parte de quienes los consumen habitualmente, en cada familia hay tradición de tomarlos en un momento señalado que puede coincidir o no con los festivos del calendario: los domingos para desayunar, las tardes de frío navideño, como merienda veraniega en localidades costeras... Hablamos de los churros, una especie de buñuelos estrechos y alargados, como una flauta, en ocasiones estriados, que cuentan con dos características que los hacen irresistibles: la manera de elaborarlos -fritos- y el punto crujiente que tienen recién hechos. Limitarse a comer solo uno es casi imposible.
¡Todo listo!
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