Esta urna procede de un hallazgo casual realizado a mediados del siglo XX al hacer un desmonte para extraer piedra, y estaba colocada en una pequeña obra de mampostería en forma de hornacina, cubierta con una losa y con restos de ceniza. Tanto por su tipología como por el contexto en el que fue hallada esta urna, corresponde a un momento en donde la aculturación orientalizante ha dejado su impronta social, económica y cultural, siendo el germen de la aparición del mundo ibérico. Así pues, por el ritual de enterramiento, el tipo de tumba, el elemento cinerario, ya se puede hablar de una fase protoibérica en esta zona del Alto Guadalquivir.