La genialidad de Velázquez, que se adelantó en tantos aspectos a lo que harían escuelas posteriores, fue espejo de grandes pintores, que estudiaban su obra en museos importantes -como el Louvre-, o bien que viajaban a Madrid para completar el conocimiento que tenían del artista español.
Las copias que hacían los impresionistas no estaban planteadas con una finalidad comercial, sino como trabajo de estudio que los permitía conocer las soluciones técnicas de los grandes maestros.
En esta obra destaca el trabajo de la luz al aire libre, por lo que era una de las obras preferidas de Santiago Rusiñol.