Comprados en 1895, estas tres cabezas de bronce - dos de toro y una de becerra- fueron realizados en fundición a la cera perdida. Se encuentran huecos en el interior y con los detalles de cejas, ojos y pelos de la testuz trazados en frío, mediante incisiones a cincel. Orejas y cuernos se fundieron por separado y se unieron a las cabezas con remaches. Los ojos, en algunos casos, estaban rellenos de pasta vítrea.
Debido a su perfección técnica se discute sobre si es una obra indígena o importada. En cuanto a su función, existen diversas hipótesis. El santuario del predio de Son Corro (Mallorca), estuvo en funcionamiento desde el siglo v a. C. hasta la conquista romana, asociado a un asentamiento talayótico. Se trataba de un espacio rectangular con ábside en la cabecera y columnas de carácter decorativo de un metro de altura que, posiblemente, sirvieran de sustento a las cabezas de bronce. Este tipo de columnas sin función se relaciona con la representación de divinidades mediterráneasorientales y el hecho de colgar en ellas las cabezas de los toros ayuda a interpretar éstas como representaciones iconográficas de una divinidad de ámbito mediterráneo, más que elementos de culto al toro.