La cabeza fija de Cristo nos invita a reclamar nuestra atención sobre su imagen sufriente, con la cruz de madera pelada en los brazos y el tronco a cuestas, contrasta la figura cubierta con un manto carmesí y coronado de forma no ostentosa; el fondo gris resalta los elemtos cosntructivos de la obra.
A simple vista, la composición pareciera una pieza ornamental ya que la figura del Cristo se posa sobre una base aparentemente de mandera ornamentada.
Esta obra permanecio en las bodegas de la pinacoteca virreinal, posteriormente fue llevada al centro de conservación y posteriormente se sumo al acervo del Museo Nacional de Arte.