Más allá de su exploración de los materiales industriales, lo singular de las contribuciones de Cruz-Diez al arte óptico y arte cinético es su excepcional erudición acerca del color y su teoría. Este dominio del color y conocimiento de las maneras en que los matices contrastantes son capaces de producir efectos ópticos o de generar la ilusión de la profundidad espacial, fueron consolidados por una profunda formación en las ciencias del color y la percepción. Las matemáticas, la química y la teoría del color se volvieron parte central de los procesos de este artista. En sus palabras: “Traté de combinar todo mi conocimiento artístico y la información de fenómenos sencillos ya analizados por la química, la física y la óptica, para elaborar una plataforma de trabajo que he buscado desarrollar a lo largo de los años bajo el concepto de que el color es inestable y se encuentra en continua transformación”. Toda la carrera del artista puede, entonces, concebirse como una exploración casi científica de la mutabilidad del color.