Pintor y testigo del clima político y cultural represivo de la España de principios de la década de 1950, Saura logró liberar el legado de Velázquez y Goya de su asimilación franquista para concederle una nueva y poderosa vida, aplicando la pintura gestual propia del Arte Informal y de la Pintura de Acción americana a los temas de la tradición española. Tras haber pasado un breve período en París en los años cincuenta, donde se relacionó fugazmente con los surrealistas, Saura volvió a España y fundó el grupo El Paso (1957–60). Durante esta etapa, limitó su paleta al blanco y al negro, y comenzó el conjunto de temas que ocuparían gran parte del resto de su carrera artística (“Crucifixiones”, “Mujeres”, “Desnudos”, “Multitudes”, “Retratos” y “Retratos imaginarios”). Crucifixión es una de las pinturas más impresionantes de Saura sobre esta iconografía, que comenzó a representar en 1957 y no abandonó hasta su muerte, en 1997. Inspirada en la Crucifixión de Velázquez (ca. 1632), la pintura aborda el tema mediante un tratamiento moderno, de frenéticas pinceladas, y lo abre así al debate crítico.
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