Reloj de sobremesa

En el siglo XIX tener un reloj en una casa era considerado un elemento de distinción, más aún si como en el caso del reloj de la sala de juego de Can Llopis, se había adquirido en París.
Los cambios sociales provocados por la Revolución Francesa y los avances técnicos del siglo XIX facilitaron la producción en serie. La consiguiente bajada de precios hizo asequibles a las clases acomodadas objetos decorativos en otro tiempo reservados exclusivamente a la realeza, la nobleza y la alta burguesía. Fue en este contexto que se desarrolló el Romanticismo, incorporando todo tipo de elementos de estilos de épocas anteriores, realizados según el gusto y la técnica de 1850. El reloj de Can Llopis que combina el bronce dorado al mercurio con flores de porcelana, probablemente de Meissen, es una reinterpretación del estilo rococó mezclado con decoración simétrica en la base, más propia del neoclasicismo.
Durante los siglos XVIII y XIX en Francia, especialmente en París, se desarrollaron una serie de talleres donde se elaboraban productos de bronce destinados a la élite de la sociedad. Una vez fundido y cincelado, el bronce era terminado por el dorador con un procedimiento llamado dorado al mercurio. Un proceso muy peligroso para la salud de los trabajadores, que consistía en recubrir el bronce con una capa de oro de veinticuatro quilates disuelto en mercurio. Calentando la pieza, el mercurio se evaporaba y dejaba el oro recubriendo el bronce, dándole el aspecto de oro macizo.