La práctica artística de Anselm Kiefer está profundamente ligada a su patrimonio, al entorno natural que lo rodea y al contexto político en el que trabaja. Kiefer explora el papel del pasado en la formación de identidades nacionales e individuales a través de temas que conectan el paisaje como un género con la memoria cultural. "Die Milchstrasse (Vía Láctea)" se asemeja al terreno quemado de un antiguo campo de batalla. El título de la obra, que el artista ha inscrito a través de un pasaje blanco como un corte en su centro, también evoca el de nuestra galaxia. Según la mitología griega, la Vía Láctea fue creada cuando el infante Hércules succionó tan intensamente en el pecho de Hera que ella lo empujó lejos, rociando la leche a través del cielo. En la pintura de Kiefer, el cuerpo celeste fluye a través del paisaje como un rayo de luz radiante cuya esencia es sifonada y diseminada por un embudo de plomo unido a la superficie de la pintura. Como un conducto alquímico, este embudo parece mediar entre los reinos cosmológicos y terrestres. Sin embargo, tras una inspección más detallada, el espectador puede notar que el paisaje no es completamente desolado: la esperanza está representada por una luz que parece emanar del centro del lienzo y se extiende por el centro del campo.