Gilberto Gil está haciendo abdominales
sobre una esterilla, con la guedejas retor-
cidas de su pelo balanceándose al compás,
cuando entramos en el gimnasio. Se le-
vanta; lleva puesto un pantaloncito negro
bastante sucinto que pone de manifiesto
el cuerpo fuerte y nervudo de una perso-
na de veintitantos: ni gota de grasa ni una
curvita de más ni una arruga. Se sienta
en el suelo con las piernas extendidas y
se inclina hacia adelante hasta tocar el sue-
lo con la frente; sin un soplido, sin un ja-
deo, sin un crujido de las articulaciones,
a pesar de sus 63 años. Pocos ministros de
cualquier gobierno (o superestrellas de la
música pop) permitirían que nadie les vie.
ra en una situación parecida
Desde los años 6o, Gil ha
sido uno de los cantantes y
compositores más famosos
de Brasil y hacia mediados
de esa década estaba inte-
grado en un movimiento
dadaista, popular y antisis-
tema llamado Tropicalia.
Las letras de sus canciones,
cargadas de doble sentido,
que criticaban la dictadura
militar de la época, le hicieron dar con sus hue
sos en la cárcel y, posteriormente, en el exi-
lio en Londres durante un par de años. Desde
enero de 2003, en un caso paradigmático
de pájaro que vuelve al nido a pasar la no-
che ministro de Cultura de Brasil.
Un año antes, en octubre, los brasileños eli-
gieron su primer Gobierno de izquierdas
en más de cuatro décadas, presidido por un
antiguo obrero industrial, Luiz Inacio Lula da
Silva. Gil ha sido uno de los nombramientos
del presidente Lula y, en la ceremonia de
toma de posesión, en Brasilia, se puso al fren-
te de las celebraciones con
una actuación memorable.
de político a estrella del pop y al revés sin so-
lución de continuidad. En ese afán por ser
lo todo para todos los ciudadanos y por
serlo todo a la vez para sí mismo, le ayuda el
hecho de que tiene una energia que deja a
los demás con la lengua fuera.
Sin duda que el régimen alimenticio tam-
bién contribuye lo suyo. “Me hice macrobió-
tico en la cárcel", afirma, tendido en la este-
rilla como un arco. "Lei en un reportaje sobre
John Lennon) y Yoko Ono) que ellos seguían
esa dieta y pedí a amigos que me recomen-
daran algún libro. Me compraron uno titu
lado Macrobiótica zen y les pedi a los carce.
leros que me facilitaran los alimentos ade-
cuados". El desayuno que se toma hoy con-
siste en cereales, arroz moreno y un vaso de
zumo de coliflor. Su hija Maria,
que le lleva la agenda y com-
parte con él su piso de Brasi-
lia, pasa hacia la cocina. "Uff!
eso tiene una pinta horrible!",
exclama. Su padre le replica que
Familiar
No comen lo mismo, pe-
ro el ministro cantante
desayuna todas las ma
nanas con su hija Maria,
que vive con él en el pi-
so de Brasi
lia y le lleva
su apretada
agenda mu
sico-politica.
De la capital
a São Paulo
para un con-
cierto o de
Rio a Paris
para representar a su
pais, lo normal es que Gil
se pase media semana en
un avión. Aqui, a punto
de volar desde Parati,
Viajero
Su utilización magistral de
la imagen transmitió al país
el mensaje de lo que habi-
an prometido: su túnica y
sus pantalones blancos
simbolizaban la religión
afrobrasileña del candom-
blé, propia de Bahía, su es
tado natal, vista con recelo
en mandatos anteriores; los dreadlocks de
su melena constituían toda una declaración
elegante de su alianza con las comunidades
negras. Un Gobierno que se ha propuesto de
fender las capas populares de la población.
"El enemigo del sistema va a experimentar
ahora las cosas desde el otro bando", se
pudo leer en un periódico nacional. Gil res-
pondió a su estilo, tipicamente abstracto:
"Asi es la vida: he pasado de ser el que ti-
raba la piedra a ser el cristal".
A lo largo de ocho días, el ministro can-
tante nos ha permitido tener un acceso sin
precedentes a su intimidad, mientras pasa
el zumo es bueno para el siste-
ma circulatorio
Esta mañana, cuando hemos
salido de su piso para ir a la ofi-
cina, Gil se ha echado al hom
bro la funda negra de su guita
rra y arrastra una maleta con ruedas hasta el
ascensor que lleva al aparcamiento en el
tano. Le hago notar la ausencia absoluta de un
dispositivo de seguridad y se encoge de hom-
bros: "No lo necesito". Nos metemos mal que
bien en el coche ministerial y circulamos a
toda pastilla por la capital. "Brasilia es un sitio
de lo más extraño, pero me gusta", comenta
de repente desde el asiento delantero del co-
che. "Aquí me puedo concentrar en mi tra-
bajo; esta ciudad no te vuelve loco y yo no
necesito ningún estímulo urbano".
Gil nació cerca de la ciudad de Salvador,
en el estado nororiental de Bahía, en 1942.
“Lo que me dijo Lula cuando me eli-
gió fue, ‘mira, tú te plantas ahí y ac-
túas igual de bien que en el escenario”
Aunque es negro y ha sido considerado
un representante de las clases populares
más auténticoque su gran amigo el cantante
Caetano Veloso, que es de piel clara, pro-
viene en realidad de una familia de clase
media. Sin embargo, en lugar de optar por
un camino más seguro en su carrera, se hizo
mayor oyendo bossa nova y a los Beatles y,
a pesar de haberse metido en negocios, se
convirtió trovador, por utilizar la defi.
nición que él mismo emplea.
¿Qué hace cuando no está en la oficina?
"Mi vida es bien sencilla", responde, con ese
encanto suyo natural, "vuelvo a mi piso, no
veo casi nunca la televisión, leo un poco (pe-
riódicos y libros), hago mis ejercicios, como,
toco algunas cosas a la guitarra, escucho mú-
sica...". Sin embargo, la vida
de ministro tiene sus mo-
mentos de tensión. En el Mi-
nisterio de Cultura, que re-
cuerda una de aquellas uni-
versidades bulliciosas de pro-
ninguna reunión y tampoco se realizan gra-
baciones. El ambiente es informal, parecido a
conversaciones entre amigos o colegas.
El estilo de Gil es observar desde su rincón
y prestar mucha atención a todos mientras
pasa la mano suavemente por el brazo de su
sillón de cuero o por la piel morena de su pier-
na con esos dedos largos, de guitarrista, has-
ta que formula preguntas o afirmaciones que
pueden parecer extrañas o poco relaciona
das con la cuestión pero que revelan progre
sivamente una lógica muy personal y una
comprensión del meollo de los temas.
La amplitud y la variedad de los asuntos que
se tratan en apenas tres días resultan asom-
brosas, desde una campaña en toda Suda-
mérica en favor de la alfabetización hasta
actos en apoyo del movi-
Burócrata
miento de los campesinos
sin tierra (los Sem Terras).
aparte del que pone sobre la
mesa propio Gil: hacer
más respetable el hip hopy
utilizarlo para sacar del gue
to a los jóvenes de las fave
las. "Estoy aprendiendo un
montón de cosas", dice con
gran entusiasmo, sonrien.
do de oreja a oreja. "Es como hacer un doc-
torado, una carrera de obstáculos".
A finales de los años 80, el cantante se
presentó candidato a un puesto municipal en
Bahía y desempeñó el cargo de secretario
de Cultura de Salvador, a la vez que seguía tra-
bajando como músico. Recibió muchas cri-
ticas que le acusaron de no hacer todo lo
que habría podido y, encima, fue objeto de
chanzas por el consumismo desaforado de
su mujer, Flora. La experiencia no invitaba
a la confianza de los que se mueven en la
industria de la cultura, convencidos de que
sus antecedentes descalifi-
Delicia, su caban a Gil para hacerse
cocinera y
asistente
cargo del ministerio con
personal, le
Lula. Si a ello se suma la
ayuda a pre filosofia personal que Gil se
pararse en el camerino ha creado a partir de toda
momentos antes de una
una vida de estudio por su
actuación en el Festival
de Reggae de São Luís, cuenta, en la que se mez-
al noreste de Brasil clan el activismo ecologista,
Músico las religiones del Extremoy
Medio Oriente, la sociolo-
gía y la administración de empresas (lo que
estudió en la universidad), no resulta extra-
fio que desde que llegara al cargo haya esta-
do sometido a un severo marcaje.
Le pregunto si también sus compañeros
ministros piensan de él que es un tipo raro.
"Sii, es que soy muy diferente! Lo que ocu-
rre es que me han conocido siempre como
alguien distinto, así que, cuando el presi-
dente me pidió que formara parte del ga-
binete, una de las razones fue que de esta
forma tenía dentro esa diferencia".
Le dio Lula algunas directrices? "Lo que me
dijo fue, 'mira, tú te plantas ahí y actúas como
mínimo igual de bien que lo haces en el es-
cenario", cuenta. Y explica los planes del pre-
sidente al respecto: "La recomendación fun-
damental que me hizo es 'la democratización
de la cultura', llevarla a los marginados de
las favelas, a los que no tienen casa >>>
Una reunión amistosa
en su despacho del Mi-
nisterio de Cultura, jun-
to al ex embajador en Pa-
ris (izda.) Mr. Azambuja y
el conserva-
dor museis-
tico Ema-
nuel Araujo
(dcha.).
vincias de los 70, entre las vi-
sitas hay que contar embajado
res, presidentes de grandes em
presas que podrían aliviar al
ministerio de algunas respon-
sabilidades financieras y go
bernadores y alcaldes de remotos estados y
ciudades que vienen a pasar la gorra.
MAGAZINE PAG
Ministerio atípico. Para llegar
al despacho del ministro Gil hay que dirigirse
al tercer piso y atravesar un largo pasillo co-
lor champiñón que llega hasta una puerta
de madera con un rótulo en letras doradas. Por
sorprendente que parezca, el enorme des
pacho que hay al otro lado no aporta apenas
pruebas de lo que se entiende por actividad
ministerial convencional: un ordenador por-
tátil, un teléfono y un móvil enchufado al
cargador de la batería; unos cuantos monto-
nes de folios, algunas figuritas de diosecillos
afrobrasileños... dificilmente se diria que son
los útiles de un burócrata. "No hay que leer
mucho papeleo. Me lo filtran todo, pero si
que tengo que firmar un montón de cosas".
Lo más increíble es que no se toman notas de
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