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Gusto y entusiasmo a manos llenas
ELISEO CARDONA
Redactor de El Nuevo Herald
En su presentación el pasado
viernes en el teatro Gusman for
the Performing Arts, el cantautor
Gilberto Gil parecía un abuelo
venerable de la música popular
brasileña. El supremo encanto de
su presencia en el escenario bastó
para conquistar al público que
asistió al show producido por la
organización Rhythm Founda-
tion.
Más de 30 años enri-
queciendo la escena
cultural del país han
convertido al composi-
tor e instrumentista en
un patriarca autori-
zado a prescindir de
grandes esfuerzos para
conseguir aceptación y
aplausos. Su música,
una feliz convivencia
de ritmos africanos,
rock, reggae, samba y
bossa nova, apela a un
gusto universal al
tiempo que hunde sus
raíces en suelo brasi-
leño.
EL NUEVO HERALD, MIERCOLES 3 DE SEPTIEMBRE DE 1997 3C
A
Pero Gil no es artista
acostumbrado a dor-
mir sobre sus laureles.
Maduras, sólidas, ricas en conte-
nido y forma, sus canciones son
fruto de retos y conquistas perso-
nales. El artista se halla en una
PEDRO PORTAL / El Nuevo Herald
etapa nostálgica, en la que el Cantar para sí mismo, para su generación y para los maestros e influencias que la nutren, son la
pasado tiene más importancia esencia de la grandeza artística del brasileño Gilberto Gil.
que cualquier otra cosa. Cantar
para sí mismo, para su genera-
ción y para los maestros e
influencias que la nutren, son la
esencia de su grandeza artistica.
Gil invitó a escuchar con ale-
gría, pero también con actitud
reverencial
Calzado con sandalias y ves-
tido con un pullover verde y pan-
talón color vino tinto, el cantau-
tor salió a escena con una
guitarra eléctrica que le daba un
aire de roquero desarmado para
iniciar la velada con el tema
Ciencia e Arte, una deliciosa
samba dedicada a científicos bra-
sileños. Respaldado por una
poderosa banda de siete músicos
(Celso Fonseca, guitarra; Arthur
Maia, bajo; Raúl Mascarenhas,
saxofón; Paulo Calasans, tecla-
dos; Jorge Gomes, batería, y
Gustavo de Dalva y Leonardo
Reis, percusión), Gil no tardó
mucho onver el Gusman
en un festivo solar de una calle
bahiana.
Gil consagró la primera parte
del espectáculo a un puñado de
temas de su reciente álbum
Quanta. La mayoría de los asis-
tentes apenas conocía el mate-
rial, pero igual disfrutó la
música.
A continuación, el compositor
inició un ritual de homenajes.
Los acordes de la pieza emblemá-
tica del reggae Is This Love
abrazo a los seguidores del legen-
dario Bob Marley, que se levan-
taron de sus asientos mientras
Gil bailaba con entusiasmo en el
escenario. Stir It Up acentuó el
pequeño viaje por Jamaica y dejó
claro que la música de la isla cari-
beña es uno de los modelos de su
obra.
Uno de ellos, pues el rock y pop
norteamericanos también tienen
fuerte presencia en su gusto. The
Secret Life of Plants (Stevie Won-
der) y Until Tomorrow (Jimi
Hendrix) fueron más que sufi-
cientes para probarlo
La tercera parte del show se
apoyó en éxitos consagrados.
Dos específicamente: Drao y
Expresso 2222, que se convirtie-
ron en las apetecibles de la
velada. Al percatarse de la pre-
sencia del percusionista Nana
Vanconcelos, Gil dio muestras
de amistad al invitarlo a partici-
par de la fiesta escena. Fue
otro de los momentos estelares
de la noche.
El cantante se despidió del
público con un tributo al maestro
Antonio Carlos Jobim, al cantar
el sabroso tema Oro e Marfim.
para luego acentuar su admira-
ción por el legendario composi-
tor con el himno del bossa nova,
La Garota de Ipanema, interpre-
tado a ritmo de reggae.
El concierto probó que la
música popular brasileña está
hecha con gusto y entusiasmo. A
sus 55 años, Gil regala ambas
cosas a manos llenas.
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