La muñeca ha acompañado los juegos infantiles desde los orígenes de la humanidad, pero no todas las muñecas estaban destinadas a los juegos infantiles. Desde el siglo XVII las modistas utilizaron muñecas con cuerpo de mujer con la finalidad de difundir la moda.
Las muñecas más preciadas, como ésta, tenían la cabeza de biscuit, un tipo de porcelana mate que daba al rostro un aspecto más real que la porcelana brillante utilizada anteriormente, y hasta mediados del siglo XIX lucían pelucas de cabello natural. El aumento de precio del cabello debido a la costumbre de hacer postizos, introdujo otros materiales para las pelucas como la angora, nombre con el que se conoce el pelo de cabra del Tíbet, utilizado en este caso.
Esta muñeca procedente de la colección de muñecas de Lola Anglada (Barcelona, 1896- Tiana, 1984) responde a la tipología de muñeca maniquí y presenta un modelo completo de la moda de los años setenta del siglo XIX, caracterizada por la incorporación del polisón.