Incluso en medio de la moda de la abstracción, el californiano Don Bachardy mantuvo viva la tradición figurativa con una forma particular de retrato que pocos pueden imitar: el retrato del natural en gran formato, producto de la observación minuciosa, ya sea en dibujo lineal a grafito o en sutiles aguadas de tinta y grafito. Bachardy se deleita en la colaboración intensa, a veces incómoda, que se genera al observar largamente a un sujeto, y para él cada sesión con su modelo es en sí un retrato en el tiempo, un registro del ánimo del momento. Aunque no tiene este tipo de interacción en sus autorretratos, sí se aplica la misma norma de observación intensa.
Aquí Bachardy combina la suave aguada aplicada al pelo y al torso con el contorno nítido y el sombreado meticuloso del perfil del rostro. Incluso en sus autorretratos “parece aprovechar al máximo su modelo”, como escribió un crítico, y extraerle “hasta el último matiz de las facciones y los gestos con ojo diligente y perceptivo”.