La colección de hierro forjado representó la iniciación de Santiago Rusiñol (Barcelona, 1861 – Aranjuez, 1931) en el mundo del coleccionismo, con el que había entrado en contacto desde muy joven a través de su maestro, el pintor y coleccionista Tomás Moragas (Gerona, 1837 – Barcelona, 1906).
El interés por la recuperación del pasado y principalmente por el arte medieval, de raíz romántica, impulsado a mediados siglo XIX en Cataluña por el movimiento de la Renaixença, puso las artes del objeto al mismo nivel que la arquitectura, la pintura o la escultura.
Rusiñol reunió un conjunto de más de 700 objetos de hierro forjado de uso doméstico y litúrgico, fechados entre el siglo XIII y el XIX, en su mayoría del ámbito geográfico de la corona aragonesa. Estos objetos entraron en la colección principalmente por medio de compras a particulares o a otros coleccionistas, y también de intercambios o regalos.
Desde el siglo XII la forja catalana se convirtió en un referente del trabajo en hierro en toda Europa. Su máximo esplendor llega a los siglos XIII, XIV y XV, cuando el arte de la forja es habitual en todas las edificaciones románicas y góticas.