En este vestido de fiesta —o de noche— de aire art déco la cintura se ha eliminado, y solo se adivina gracias al cuerpo que cae sobre el vestido. El busto y las caderas no se ponen de relieve, sino que más bien se disimulan para crear una silueta rectilínea. El vestido es transparente y corto. La simplicidad del patrón, que consiste en dos piezas iguales, una por delante y otra por detrás, contrasta con la riqueza de los materiales y la ornamentación. Sobre una tela fina y ligera de gasa se ha aplicado una gran cantidad de abalorios, lentejuelas y bordados con hilo de plata que le dan una brillantez y un peso especiales. Al mismo tiempo, se quiere transmitir una cierta ligereza y sinuosidad al cuerpo al moverse. Los flecos de abalorios que forman una franja en el bajo también le aportan movimiento.
La persona que lo lleva muestra las piernas, el escote y los brazos y puede mover el cuerpo con libertad, ya que el vestido es holgado. Sin estructuras interiores, como el corsé o la faja, este vestido constituye un buen ejemplo de la moda que ya no es una armadura que inmoviliza sino un elemento que permite el movimiento: fácil de coser, de imitar y de llevar. Eso representa una cierta democratización, pues la modernidad afecta a todas las mujeres, a diferencia de la exclusividad de los vestidos de épocas anteriores. La simplicidad del modelo y su elegancia no pueden entenderse sin unos complementos muy sofisticados —abrigo de piel, sombrero, guantes y zapatos— a juego.