El palo volador

El conjunto formado por las diez hojas del biombo está dedicado a un único tema muy desarrollado, que reproduce los festejos celebrados probablemente en la periferia de un espacio urbano, a los que asistía mucha población mestiza e indígena. Así, sobre un paisaje de cascadas y construcciones que nada tienen que ver con el entorno real, diferentes grupos se dedican a la extracción, elaboración y consumo del pulque (bebida alcohólica fabricada a partir de la fermentación del jugo del agave), mientras otros participan en diferentes juegos y danzas. La escena se completa con dos grupos de españoles o criollos que no participan activamente, sino que son meros espectadores de lo que allí sucede. Si bien la parte inferior del biombo presenta el tema del pulque en secuencia narrativa, la parte central está reservada a quienes realizan un conjunto de actividades directamente relacionadas con el mundo prehispánico, aunque ya han perdido su significado originario. Así, en el centro, y dando nombre a la obra, se encuentra el palo volador, con diferentes personajes ataviados con ropas europeas y cubiertos por caretas grotescas. Detrás de ellos, un curioso grupo hace una interpretación muy personal del tema de moros y cristianos, muy popular tanto en la península ibérica como en el virreinato, hasta el punto de formar parte en la actualidad de la tradición popular de un gran número de poblaciones mexicanas. Al mismo tiempo, se interpreta una danza en la que intervienen figuras que representan a los célebres caballeros águila y tigre de la cultura azteca. Originalmente, la mayoría de estos juegos formaron parte de un innegable ritual religioso, del que tuvieron que desprenderse en la época colonial. Los espectadores apreciaron su belleza y espectacularidad desde el primer momento, y son muchos los textos que describen estos juegos. El mismo Hernán Cortés contribuyó a sus primeras representaciones en la metrópoli con los indígenas que lo acompañaban en repetidos viajes.