El breve gobierno del arzobispo Don Diego Morcillo como virrey de Perú ha quedado documentado como pocos gracias a este cuadro de Holguín y a la minuciosa crónica realizada por Arzans Orsua. En el lienzo queda plasmado el recibimiento que se ofrece al virrey en la Villa Imperial el 25 de abril de 1716. En él están presentes, como participantes o como meros espectadores, todos los miembros de esta sociedad tan diversa y variopinta, como el propio Arzans, que se retrata como testigo directo en la parte inferior del cuadro, junto a su firma. En el lienzo conviven tres espacios temporales diferentes. La mitad inferior del cuadro está dedicada a la numerosa comitiva que acompaña al prelado en su entrada a la ciudad. La parte superior se divide horizontalmente por dos lienzos fingidos con la representación de los actos que conmemoraron el hecho histórico. La fiesta se prolongó hasta la noche y al día siguiente y en ella no faltaron las corridas de toros ni las máscaras en las que se mezclaron las representaciones de las sibilas y los incas. Al mismo tiempo, la ciudad se engalanaba con arcos de triunfo, tapices y lienzos con personajes mitológicos alegóricos, con los que se trataba de resaltar las muchas virtudes del visitante y la ciudad que le recibía. Todo con la esperanza de conseguir el favor de la máxima autoridad, especialmente para que "les hiciese enviar azogues y restituir los indios de la mita", algo en lo que los poderosos mineros no dudaron en gastar su dinero, aunque se arrepintieron a los pocos días, al comprobar que el poder de Morcillo iba a ser mínimo dada la brevedad de su interinidad. Como comentaba el cronista, lamentaron la pérdida de esos 150.000 pesos, "que fuera mejor gastarlos en otra cosa".