El Rey, niño, ricamente vestido, cabalga en una gran jaca ricamente enjaezada. Evidentemente inspirado en el retrato ecuestre del príncipe Baltasar Carlos que pintó Velázquez, incluso se atribuyó al gran maestro en el siglo XIX. El cuadro es agradable y los detalles y accesorios están bien logrados, con gran soltura. Sin embargo, la cabeza y otras partes principales no tienen la calidad de la obra de un maestro, y es notoria la falta de dinamismo del rey. Todos estos detalles hacen pensar que, sin desechar la atribución a Carreño, es posible que esta obra se deba a la mano de Sebastián Herrera, pintor de cámara años antes de Carreño de Miranda.