Ídolo eterno

Cuerpo desnudo de mujer, sin brazos ni cabeza, sentada sobre la propia piedra en la que ha sido esculpida. La superficie del cuerpo de la mujer contrasta con la roca desvastada que, bajo ella, aparece y de la que ha surgido. No es un estudio simplemente de belleza femenina, es, más bien, la creación simbólica de un ídolo sensual anónimo y atemporal que parece tener cabida en cualquier cultura. Inurria rinde un pagano homenaje en esta obra al cuerpo femenino en lo que de objeto sensual tiene. Si el inicio de la temática del desnudo femenino aparece en Inurria hacia 1910, momento en que se presenta a la Nacional con una obra a la que da el sugestivo título de ¡Mujer!, sería sin embargo ésta, a la que da el mismo nombre que Rodin a una de las suyas y trata a manera de efigie pagana entroncando con el arte egipcio, la que con el tiempo adquiriría el valor de punto de partida emblemático.
Con ella concurre a la Exposición Nacional de 1915 y, no obteniendo entonces ningún galardón, vuelve a hacerlo en 1920 entre el conjunto de cuatro obras que le posibilitaron su mayor éxito nacional, lo que prueba el valor que le concedía como manifiesto de su experimental búsqueda. La conservó siempre entre las que conformaban su colección particular y pasó al Museo en 1943 como parte del legado adquirido por el Ayuntamiento a su viuda con la pretensión de dedicarle en Córdoba un museo.