Alonso Cano es sin duda alguna la figura más destacada del Barroco granadino. Dio sus primeros pasos en el taller de su padre el constructor de retablos Miguel Cano. Cuando se traslada junto a su familia a Sevilla ingresa como aprendiz en el taller del pintor sevillano Francisco Pacheco, donde coincidió con Velázquez. Cuando abandonó el obrador de Pacheco completó su formación escultórica junto a Martínez Montañés. Sin embargo la madurez artística la alcanzó en Madrid con el conocimiento de las colecciones reales de pintura y escultura donde pudo estudiar a los clásicos y a los grandes pintores del Renacimiento italiano, sintiendo gran atracción por los venecianos, que causarán honda huella en el artista, definiéndose su obra con los términos “barroco clasicista” o “barroco atemperado”.A su regreso a Granada Cano ejecuta para diferentes órdenes religiosas distintos programas decorativos como el del desaparecido retablo del Convento de San Antonio y San Diego de Franciscanos Terceros. Debió ejecutarlas en su primera estancia granadina, entre 1653 y 1657, antes de marchar de nuevo a Madrid para solventar sus problemas con el Cabildo granadino, y según Calvo Castellón debió completar la serie a su regreso en 1660.Para este retablo Cano realizó ocho pinturas, con santos franciscanos en diferentes tamaños. A ambos lados del sagrario se colocaron dos parejas de santos franciscanos Santa Clara y San Luis de Tolosa y San Juan de Capistrano y San Bernadino de Siena. Más Arriba flanqueando el manifestador se colocaron un San Pedro de Alcántara y San Buenaventura. Y en el remate una Trinidad y junto a ella dos lienzos menores con San Pedro Pascual y un santo franciscano cuya iconografía se desconoce. Finalmente Cano pintó para la puerta del sagrario una tabla con un Cristo eucarístico.En el Museo de Bellas Artes ingresaron durante la Desamortización de Mendizábal entre 1835 y 1837, seis de las ocho pinturas. Tres (San Pedro de Alcántara y San Buenaventura y la Trinidad) fueron sustraídos en el robo de 1839, pocos meses antes de su inauguración en el ex convento dominico de Santa Cruz la Real. Otras tres (San Pedro Pascual, Santa Clara y San Luis de Tolosa y San Juan de Capistrano y San Bernadino de Siena) se conservan entre los fondos del Museo desde entonces. Del lienzo que falta no se conoce ninguna noticia. De la puerta del sagrario, escribe Marino Antequera, que fue descubierta por el canónigo Salvador Blanchat en un cortijo, sucia y abandonada, poniendo de manifiesto el hallazgo a Manuel Gómez-Moreno González que confirmó su relación con Alonso Cano. Con posterioridad, ya en el siglo XX, ingresó en Colección Olóriz, a la que ha pertenecido hasta la subasta celebrada en noviembre de 2008.Las dos parejas de santos franciscanos ocupan el banco del retablo y se encontraban flanqueando el sagrario, enfrentados entre sí Santa Clara y San Luis obispo de Tolosa quedaría a la izquierda y San Juan de Capistrano y San Bernardino a la derecha. Cano pintó con frecuencia para conventos franciscanos, orden a la que parece se encontraba muy unido, aún así debió ser asesorado por entendidos en iconografía franciscana para desarrollar un programa tan completo, pues se trata de un ciclo ampliamente meditado como demuestran los bocetos de los dos pequeños cuadros conservados en el Louvre y en el Courtauld Institute de Londres. Son de calidad similar, aunque la crítica coincide en considerar superior tanto en composición como en técnica pictórica el San Juan de Capistrano y San Bernardino. En ambos casos Cano escoge pintar las parejas de santos en acción de caminar y dialogando entre sí a la vez que restringe su representación a medias figuras, lo que provoca sensación de movimiento. Igualmente se muestra genial en el uso del color “a pesar de la economía cromática del lienzo, debido al protagonismo del color amarronado en los hábitos franciscanos, el maestro ha logrado una sutilísima gama de tonos muy próximos que le permite obtener calidades y recrear las texturas de los paños; los efectos de la luz sobre los mismos corroboran plegados y acentúan los valores plásticos. Armonioso y equilibrado estudio de la iluminación, rico en efectos, sugerencias y matices” escribe Calvo Castellón.Se trata sin duda alguna de un conjunto sobresaliente en la producción granadina de Alonso Cano en el que demuestra una vez más la genialidad de su barroco clasicista. El Cristo Eucarístico es una obra ligera en su ejecución, el artista renuncia al dibujo previo, y haciendo gala de su maestría empasta directamente sobre la tabla preparada, dotando a la figura de Cristo de gran frescura y espontaneidad. Resulta una sencilla composición, llamativa por el colorido y el atractivo del retrato pintado sobre un fondo neutro que destaca la figura. En el reverso, aspecto poco conocido, se grabó inciso sobre pan de oro, un haz de espigas, elemento eminentemente eucarístico, presente aquí por el espacio para el que se destinó la puerta.