Zurbarán representa a este Cristo crucificado con cuatro clavos, las piernas en paralelo y en actitud expirante, con el vientre contraído y el tórax hacia afuera. En plena agonía alza la cabeza llena de patetismo con una mirada que se pierde en el infinito mientras parece exclamar las palabras del Evangelio: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”. El artista despliega su virtuosismo técnico en la ejecución de las telas en el realismo del paño de pureza que se dispone en diagonal y cuyos pliegues se unen en la cadera en un nudo que deja caer parte del lienzo. Destaca la luz del cuerpo de Cristo sobre un fondo muy oscuro y la sobriedad cromática.