"El productor me cuestionó. “¿Y crees que podremos pagar los derechos de un autor tan famoso como William Irish? Recuerda que cobra en dólares”. Yo era muy amigo de Antonio Helú, quien había publicado con resonancia sus cuentos policiacos en Ellery Queen’s Magazine. De modo que nos consiguió El cuello de la camisa en una suma ridícula."