La composición de la obra está dominada por la vela, inflada por la brisa, que describe un gran diagonal que cruza casi toda la tela cortando con su blancura el azul profundo del cielo. Este se convierte en un protagonista que entra en competencia con el tercio inferior dedicado a la playa y al mar que culmina en el horizonte. Allí se concentra la actividad motivada por la barca arribada y enriquecida por una figura que, abajo a la izquierda, en el primer plano de la obra, se aproxima al grupo principal. Esta figura, junto al oleaje del mar, una barca que se recorta contra el horizonte y algunas pequeñas nubes, son elementos que ponen una nota de dinamismo en la composición. La figura solitaria mencionada sirve como un punto destacado que completa la forma de huso que acusa la vela, y que provoca un claro contraste con las líneas rectas de la obra, especialmente la que marca el horizonte.
En este estudio, el artista ha empleado una técnica pictórica de una pincelada ruda, cargada de materia que deja su impronta y sirve para enfatizar las formas en la obra, como puede verse especialmente en el caso del mar, donde sugiere el movimiento de las olas o el de las pasturas que se ven el terreno de la costa. En el cielo, estas pinceladas se ciernen sobre la vela, marcando su presencia fundamental en el paisaje.
Otra característica saliente de este trabajo es la luz. Miró plantea su presencia como un elemento importante en la obra, ya que sirve para destacar las formas, pero por sobre todo para crear un clima fresco y colorido.
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