Durante los años en que Sorolla estuvo inmerso en su encargo para la Hispanic Society (1912-1919), los descansos estivales le permitían reencontrarse con su gran afición: pintar en su tierra, al aire libre, del natural. En Valencia retomó sus temas de siempre, escenas de playa y pescadores, pero ahora las dimensiones casi épicas del trabajo que estaba llevando a cabo para ese magno encargo modifican su estilo.
Fuertemente ancladas a la arena, resistiendo el viento que azota sus ropas, tres mujeres esperan en la orilla la llegada de las barcas cargadas con el pescado del día, con el que llenarán sus cestas para vender luego al por menor en los puestos del mercado. La monumentalidad de sus figuras parece inspirada por los grandes formatos en que está trabajando para el encargo americano, pero también por un deseo de darles dignidad, como homenaje y testimonio de su admiración por estas mujeres, duras trabajadoras que acuden a su cita con el pescado cargando con sus hijos y en impecables vestidos blancos.