Dwight Morrow, embajador de los Estados Unidos en aquella época, le comentó a Spratling que Taxco era un pueblo minero por tradición, conocido por la producción de plata, pero carente de una industria que se dedicara a diseñar y fabricar joyería y artículos para la casa.
Este comentario cambiaría el curso de la historia artística y económica de Spratling y de Taxco. Su empeño por impulsar un diseño inherente a la cultura de nuestro país y una metodología de trabajo eficaz desencadenó en el renacimiento de la platería mexicana, convirtiendo a Spratling en el padre de la joyería moderna en México e hijo predilecto de Taxco.