A fines de la década de 1970, Frida Kahlo comenzó a ser apreciada como una de las mejores retratistas del siglo XX. El artista mexicano Diego Rivera estuvo entre los primeros que apoyaron su trabajo, y ambos contrajeron matrimonio en 1929. Rivera trabajaba murales históricos a gran escala, mientras que la obra de Kahlo es intimista, tanto en escala como en temas. Esa introspección es en cierto modo reflejo de su larga lucha con problemas de salud luego de sufrir un accidente de tranvía a los dieciocho años. En sus autorretratos, además de su dolor físico y emocional, Kahlo manifiesta las complejidades de ser una mujer comprometida políticamente, moderna, cosmopolita y a la vez heredera de las tradiciones indígenas mexicanas. Por su énfasis en las vivencias personales y la identidad como temas válidos del arte, Kahlo se ha convertido en un icono cultural para los sectores feministas, gays y latinos de Estados Unidos, entre otros.
Magda Pach, esposa del escritor y pintor Walter Pach, fue una de las figuras del establishment norteamericano que dieron su ferviente apoyo al arte mexicano en Estados Unidos durante las décadas de 1920 y 1930.