El agua da vida a los jardines de la Alhambra que alcanzaron el zénit de la belleza convirtiendo una ciudad amurallada en un paraíso para los sentidos. Hacen de la arquitectura nazarí una referencia mundial por haber convertido en paisaje natural sus espacios habitados. El Generalife fue construido en el siglo XII, habiéndose realizado modificaciones en su arquitectura hasta el siglo XIV. En esta almunia se distinguen dos espacios bien diferenciados. Por un lado, hay un núcleo de edificación residencial ajardinada y, por otro, una vasta extensión de terreno de cultivo y pasto que da lugar a sus famosas huertas. Tanto los jardines como las huertas necesitan del agua que les llega desde la Acequia Real mandada construir por Muhammad I en 1238. Nunca fue integrada la infraestructura hidráulica en la arquitectura como en el Patio de la acequia del Generalife. La Acequia Real actúa así como eje del patio. A cada uno de sus lados hay sendos parterres en los que hay plantas de estación con flores, lo que constituye un jardín interior observable desde los pabellones que circundan el patio. Al pintor Santiago Rusiñol y Prats (1861-1931) se le reconoce como el ideólogo del movimiento modernista catalán. Tras una primera etapa en Barcelona y Stiges, en 1897 se instaló en Granada. Fue en la ciudad de la Alhambra donde pintó su primer jardín, punto de partida de su predilección por este tema pictórico que explotó ininterrumpidamente hasta su muerte. Para la composición del cuadro Rusiñol emplea la perspectiva lineal con un solo punto de fuga, situado sobre el tejado del pabellón principal del Generalife, que suministra la profundidad de la escena. Esta obra pertenece la etapa del naturalismo pictórico, anterior a la evolución de Rusiñol hacia el simbolismo modernista.