Ilustración de Arturo Redondo sobre la Torre del Oro de Sevilla en 1519.
Bajo el reflejo dorado de la torre albarrana más famosa del mundo, los barcos de expediciones fondeados en el puerto y con destino a cualquier lugar del planeta se pertrechan y cargan ayudados por un singular artefacto portuario. Una grúa cuyo movimiento es generado por operarios que la mueven entre resoplidos haciendo girar la rueda de su base. Agua, vinos, bizcocho, aceite, tocino, salazones, velas, anzuelos, quesos, animales, armas, libros y objetos personales, mil y un detalles que harán falta para plantar cara al temible desafío de aventurarse a cruzar los océanos. La Torre del Oro sigue firme como un testigo privilegiado.