La Granadina fue una de las primeras obras que Santiago Rusiñol (Barcelona, 1861 – Aranjuez, 1931) pintó en su segundo viaje en Granada, donde llegó en octubre de 1895. Constituye uno de los cuadros más importantes de la producción artística de Santiago Rusiñol.
En esta obra, de grandes dimensiones, se puede ver la gitana del barrio granadino del Sacromonte, en actitud grave y seria, con una mirada lejana y soñadora, apoyada de perfil en una pared blanca en la que se abre un ventanal que da a un trasfondo de vegetación donde predomina la hilera recortada de cipreses.