En 1896 José Arpa viaja a América, estableciéndose en México. Más tarde se establece en Texas donde abre una academia de pintura y dibujo. El mercado americano acoge bien sus pinturas destacando la belleza y el colorido de sus paisajes.
Es en este contexto en el que nace esta obra que representa una perspectiva del Gran Cañón del Colorado. Debió realizarla hacia 1925, cuando Arpa realiza un viaje a los estados de Arizona y Nuevo México. El artista se halla en su etapa de plenitud, destacando de este momento sus composiciones de gran plasticidad en que emplea grandes contrastes de luces y sombras. Realiza una serie completa de vistas del Cañón surcado por el río Colorado, a la que pertenece esta obra. Arpa reproduce la luz del momento del atardecer, con todos sus matices violáceos, ocres y azulados y su transposición sobre el paisaje. El artista se enfrenta a la propia naturaleza, un espacio inmenso en el que el principal protagonista es la tierra misma.