En 1904 Gargallo realiza tres dibujos (uno de ellos de tipo analítico) de una figura de Profeta, que tendrá cierta traducción escultórica en el imponente relieve de San Juan Bautista realizado entre 1906 y 1911 para el friso de los santos de la fachada principal del Pabellón de Administración del Hospital de la Santa Cruz y San Pablo, de Barcelona. En 1926 ejecuta, en chapa de cobre, una premonitoria y sobrecogedora Cabeza de profeta, probable estudio, muy acabado y significativo, para el definitivo Gran profeta, 1933, con el que culminaba un proceso de obsesión creativa que se prolongó casi treinta años.
En esta obra extraordinariamente arquetípica, Gargallo reúne y sintetiza, de manera emblemática, casi todos sus logros expresivos y conceptuales en el campo de la representación de los volúmenes, el espacio y la luz, conseguidos a lo largo de una trayectoria artística y vital absolutamente volcada en la investigación de nuevos recursos y la búsqueda de un lenguaje personal e innovador, hasta el extremo de haber resuelto los aspectos formales más notorios mediante el uso de marcadores sígnicos derivados del trabajo de las gruesas planchas de hierro que utilizó durante los últimos años de su vida, de modo que, tratándose de una obra modelada para fundir y siempre fundida en bronce, todavía propicia, en ciertos observadores poco atentos, la confusión de considerarla ejecutada en hierro forjado.