En 1912, Julio Antonio recibió el encargo, por parte de la Sociedad Wagneriana de Madrid, de crear un monumento a Wagner decidió que el personaje requería una obra a escala monumental. Tras realizar una primera maqueta, en cuerpo entero, de 94 cm de altura, el artista, para concretar el efecto de la obra monumental, inició un boceto de arcilla del tamaño definitivo, ocho metros de altura, que comenzó en su taller y que más tarde trasladó a la Fundición Codina Hnos., de Madrid, donde debía fundirse la obra definitiva. La Primera Guerra Mundial acabó con el proyecto. Los socios francófilos de la Sociedad Wagneriana decidieron no continuar colaborando; la falta de recursos lo fue posponiendo y el paso del tiempo deterioró el boceto de arcilla, que finalmente fue destruido. Solo quedó esta cabeza que Antonio de Hoyos y Vinent describe así: “Hay en el rostro un tal gesto de reconcentración espiritual. Tiene el perfil una tal energía, frúncese el entrecejo con tal intensa dureza que imaginamos que el músico escucha en una orquesta imaginaria —orquesta hecha de huracán, de mares embravecidos y de rugidos de monstruos de la selva— las notas magníficas de la Marcha nupcial de Lohengrin.”
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