Cinco caballos suben una cuesta arreados por dos jinetes que los siguen por detrás. Cuatro son alazanes, de pelaje marrón, y uno es blanco y se diferencia del resto no solo por su color sino por su actitud, pues está detenido y mira a lo lejos como si estuviera ajeno al ímpetu de sus compañeros. Más atrás, en un segundo plano y algo desdibujados, están los jinetes que conducen la tropilla; uno de ellos monta un caballo blanco. La vegetación de clima seco se distingue apenas por delante de grupo equino. La influencia del pintor animalista y maestro de Fader, Heinrich von Zügel, es clara en esta obra donde los caballos tienen mayor y mejor presencia que los humanos. Domina una paleta baja de colores grises y pardos no solamente en la tierra donde corresponde, sino también en el cielo, donde no se esperan estas tonalidades. La influencia de la escuela naturalista es clara, y empieza a asomar apenas el interés por la luz en el detalle de la cabeza y el pescuezo del caballo blanco.