Esta iluminación fue encargada por Ruy Gómez de Silva, ministro del rey Felipe II, para regalársela al emperador Carlos V.
Sin embargo, una vez realizada, la obra se entregó a Felipe II, quien a su vez la donó al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde se guardó en el Camarín de las reliquias, o de Santa Teresa, hasta que fue sustraída por las tropas francesas en 1808.
Esta hermosa pintura es un ejemplo de la calidad de la obra de Clovio, uno de los mejores iluminadores del Renacimiento.