La serie de "Papeles coloreados" que Alejandro Otero emprendió en Caracas a inicios de 1965, tras cuatro años de ausencia, materializar una inmersión en la realidad venezolana que se manifestó a dos niveles distintos: en el plano de su contenido, esto es, en la información que recogen los recortes de prensa, y en los lenguajes plásticos a los que recurre. Escoger la prensa diaria como materia prima le permitió ubicarse en un lugar y un momento específicos: Los Teques es el nombre de la capital regional (del estado de Miranda), cerca de donde él mismo se instaló al volver. El material que emplea en estos nuevos collages, el papel, lo conecta, por una parte, con los que hizo en Francia con cartas y maderas viejas, impregnadas de nostalgia. Sus formas rectangulares y sus colores brillantes lo remiten, por el contrario, al lenguaje de los "Coloritmos", la serie en la que trabajó hasta 1960, cuando dejó Caracas para radicarse en París.