Figari se deleita con la clásica escena de una tertulia en un patio colonial con piso en damero de baldosones negros y blancos. Seis damas con peinetones atienden sus tareas, dos riegan los macetones con flores; una revuelve la olla arriba de un brasero mientras se abanica, está acompañada por un gato negro a sus pies, un perro le ladra y dos sirvientas esperan atentas sus órdenes. Tres damas observan atentas. La única presencia masculina corresponde a un guitarrista que rasga las cuerdas de su instrumento sentado en el borde de la entrada del patio.
Figari puso particular interés en la pared de la casa; dos plantas trepadoras y florecidas avanzan sobre el vano de la puerta y el de la ventana; la puerta tiene un arco escarzano con un marco mixtilíneo y sobre él, un nicho con la figura de una Virgen; la ventana tiene la misma arquitectura y una reja abombada en la parte inferior. El farol encendido y la luna llena en el cielo nos dicen que la escena ocurre en la última claridad del día.